Reconocer sus sentimientos

¡NO QUIERO TRABAJAR!

Empezaba el día haciendo una sustitución en 4º de Primaria y la materia que tenía que dar era lengua.
Nada más entrar observo a un niño que no para de moverse, de pegar patadas a la mesa... le veo inquieto.

Seguidamente, pido a los alumnos que, por favor, ahora íbamos a iniciar la clase y necesitaba atención completa, escucha y miradas hacia mí. Víctor hace caso omiso a lo que estaba pidiendo. Así que decido acercarme sigilosamente a él y le digo "te veo muy inquieto".

Photo by NeONBRAND on Unsplash

Nuestro diálogo

Víctor: No voy a hacer nada. Estoy muy enfadado.
Maestra: Sí, puedo ver tu enfado.
Víctor: Manel me ha chillado y me ha dicho que me fuera.
Maestra: Comprendo. Dame unos minutos y te ayudaré en lo que pueda, pero ahora debo de atender a tus 24 compañeros que ya están empezando a hacer ruido...
Así que les di una tarea para hacer mientras yo iba a hablar con él.
Maestra: Debes de estar muy enfadado después del grito que te ha hecho Manel.
Víctor: Me he sentado allí (en una silla que no era la suya) y me ha dicho Manel que me fuera chillándome.
Maestra: Entiendo, te ha molestado mucho que te hablara así.
Víctor: Sí.
Maestra: Me gustaría que habláramos también con él. ¿Estás tranquilo como para hablar con él?
Víctor: Sí.
Maestra: ¿Manel puedes venir un momento? Tu compañero quiere decirte algo que ha pasado.
Se acerca y hablamos los tres:
Víctor: ¿Por qué me has chillado?
Manel: Es que siempre estás cambiándote de sitio cuando viene alguien que no es la tutora.
Maestra: ¿Cuándo él hace eso qué es lo que te molesta exactamente?
Manel: Me molesta que haga lo que quiera y a mí también me gustaría cambiarme de sitio.
Maestra: De acuerdo. Ahora dile a él esta frase “cuando tú te cambias de sitio me enfada, me da envidia porque a mi también me gustaría sentarme en otro sitio”.
Manel: Cuando tú te cambias de sitio me enfada, me da envidia porque a mí también me gustaría sentarme en otro sitio
Víctor: Vale, pero no me chilles.
Maestra: Creo que te lo ha dicho chillando porque era su manera de expresar su enfado. Manel, dile esta frase "cuando me chillas haces que me enfade, no me gusta, me gustaría que me lo dijeras sin chillar".
Víctor: Cuando me chillas haces que me enfade, no me gusta, me gustaría que me lo dijeras sin chillar.
Manel: Vale...
Maestra: Creo que ahora los dos habéis entendido bien qué era lo que estaba pasando. ¿Es así? ¿Alguno de los dos quiere decir algo al otro?
Víctor: Yo no.
Manel: Perdón.
Maestra: Mira Manel, creo que Víctor aún está enfadado y no es capaz de quitar el enfado y disculparse. Victor, cuando estés más tranquilo me gustaría que te dirigieras a él y le dijeras algo más que "yo no".
Víctor: Vale, perdona.
Maestra: Cuando uno se enfade con el otro es importante que os lo comuniquéis. Por ejemplo: “cuando tú te cambias de sitio me enfada porque a mí también me gustaría sentarme en otro sitio”. Si vosotros sois capaces de decir exactamente al otro cómo estáis podréis entenderos mejor.


Reflexión del caso

En esta situación se podría sacar bastantes conclusiones, explicaré dos de ellas, ya que en el artículo "Lo haces muy mal" también explico un poco más cómo gestionar el conflicto.

Es muy importante que les ejemplifiquemos cómo decir al otro aquello que les ha hecho sentir y cuál es la causa. Así, podrán tomar consciencia de lo que sienten y qué hacer con lo que sienten. Por ejemplo: "cuando me chillas haces que me enfade, no me gusta, me gustaría que me lo dijeras sin chillar".

Los niños, y ni siquiera los adultos, están acostumbrados a hablar y gestionar lo que les pasa con la frase anteriormente citada. Les tenemos que ayudar a poner voz a todo lo que pasa para que sean capaces de ser conscientes de sus emociones y saber gestionarlas, para así poder estar en coherencia con su ser.

Otra reflexión de este caso sería la siguiente: si yo en vez de prestar atención a su conducta le hubiera dicho "siéntate bien, siempre estás molestando". Probablemente hubiéramos conseguido algo tan terrible como:

      - Originar más enfado

      - Limitación de lo que le está pasando

      - Desconocimiento de la gestión de su emoción

      - Negación de sus sentimientos

      - Desatención de su persona

La escucha hacia el otro es un arte, y lo tenemos que hacer desde el corazón. La mayoría de nosotros hemos crecido con sentimientos denegados. Por eso, se teme dar expresión al sentimiento "negativo", se piensa que así lo empeoraran.

Pero no nos damos cuenta de que es justamente lo opuesto. Cuando le ponemos palabras a su experiencia (sea buena o mala) y a su sentimiento, le estamos ayudando a reconocer su propia vivencia. Para ellos es un alivio y un consuelo que le acompañemos en todo momento.

Fijaros bien, cuando le veía muy enfadado él necesitaba que le dijera "puedo ver tu enfado", "debes de estar muy enfadado"... si lo hacemos desde aquí le estamos reconociendo su experiencia, su emoción, la estamos validando y es lo que necesitan: que les escuchemos, les entendamos y le pongamos peso a lo que están sintiendo.


¿Qué podemos hacer?

Escucha activa en todo momento

Actitud comprensiva y de aceptación delante de cualquier situación

Reconocimiento del sentimiento del niño

Ser consciente de lo que está experimentado el niño

No hace falta estar de acuerdo con lo que el niño está sintiendo

A todo esto yo le llamaría Realismo Mágico, es una forma de vivir desde el aquí y ahora, siendo conscientes de nosotros mismos sin olvidar a quién tenemos enfrente.

Los niños, nuestra futura sociedad, somos responsables de todos ellos. Ayudemosles a andar presentes en sus caminos, a poder abrazarles con todo lo que sean y hagan, a respetarlos sea cual sea su actitud... poniéndoles distintas semillas para que florezcan emocionalmente fuertes.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Gestión de las emociones

Educación Emocional

Tiempo para relajarse