Educación Emocional
ME
QUIERO SUICIDAR
Uno de mis años como maestra me propusieron ser tutora de 6º de
Primaria. Me encantó la
idea, creo que es un curso muy potente para desarrollar las habilidades
sociales y emocionales de los niños ¡para mí fue un regalo!
Así que empecé a observar bien el aula, a ver qué podría mover y/o
modificar para crear un ambiente más acogedor. Tomé un espacio de la clase para
dedicarlo a un trabajo emocional.
Compré una alfombra, cojines, puse dos mesas
y dos letreros que ponían lo siguiente:
- “Emociones expresadas emociones
superadas”, coloqué un pequeño baúl con unas tarjetas, en las cuales, podían
escribir cómo se sentían, y luego lo tenían que depositar en un frasco de
cristal.
- El otro letrero ponía “conecta con tu calma”, un rincón en el cual
podían venir cuando se sintieran nerviosos o enfadados y así tener la
oportunidad de reconectar con su propia paz interna.
No había día que no les hablara de la importancia de estos espacios, de
que pudieran conectar con lo que sentían, que no se reprimieran ninguna emoción
pero que recordaran cómo gestionarlas.
Les explicaba, haciendo un poco de
"teatro" que todos tenemos una gran mochila, que nadie se salvaba de
esta y que somos los únicos responsables de deshacernos de ella o de llevarla
con nosotros toda la vida. También les comenté que si ellos veían la necesidad
de abrirse y no sabían con quién yo me ofrecía a escucharlos sin ningún
problema.
Así que llegó ese día, recuerdo perfectamente que eran las 10h de la
mañana. Yo estaba en el aula haciendo faena mientras ellos hacían Educación
Física.
De repente, entran en la clase dos alumnas y me dicen que quieren hablar
conmigo. Una de ellas me
dice que estaba cansada y que no se encontraba muy bien.
Su compañera se rompe a
llorar, me acerco a ella le toco el hombro diciéndole qué ocurría y me dice
acto seguido “me quiero suicidar”.
Ya os podéis imaginar mi estado emocional,
me quedé paralizada, pero rápido reaccioné y le dije a su compañera que se
fuera con el resto de sus compañeros porque necesitaba hablar con ella.
Diálogo
entre la alumna y la maestra
Maestra: ¿Sabes realmente qué significa la palabra “suicidio”?
Niña: Sí, matarse.
Maestra: Matarse pero uno mismo, es decir, no hay una tercera persona sino
que uno lo tiene que hacer por sí mismo. ¿Entiendes?
Niña: Sí…
(Lloraba mientras decía que sí… y le acaricié el brazo mirándole a los
ojos)
Maestra: Cuéntame, ¿cómo estás, ha pasado algo o estás viviendo algo que
te haga sentir mal?
Niña: Bueno… me siento sola.
Maestra: Qué duro es sentirse así, te entiendo… yo en ocasiones también
me he sentido así.
Niña: Mis padres pasan de mí. Mi madre siempre está con mi hermana y
dice que hace las cosas muy bien. A mi padre a veces le escucho chillar y me da
miedo.
Maestra: ¿Y eso cómo te hace sentir a ti, te enfada, te pone triste…?
Niña: Triste, porque quiero que mi madre esté conmigo, y mi padre si
está tranquilo también me gusta jugar con él.
Maestra: Normal, ¿esto que me cuentas se lo has verbalizado a ellos? A
veces los padres no se dan cuenta de cómo están con sus hijos, es decir, no lo
hacen a propósito el no estar contigo. Así que es importante que les digas lo
siguiente: “me gustaría que estuvierais conmigo” "me gustaría papa que
cuando hablaras lo hicieras más tranquilo"
Niña: Sí… alguna vez lo he dicho, pero pasan.
Maestra: Bueno, entonces lo que haría yo es sentarme con ellos y
decirles todo esto desde la calma y la seriedad, que vean que es algo
importante para ti.
Niña: Vale…
Maestra: A veces decimos las cosas desde la rabia o el enfado, y desde
allí es difícil que nos entiendan y nos apoyen.
Maestra: ¿Cómo estás ahora?
Niña: Más tranquila.
Maestra: ¿Crees que lo que necesitabas de verdad es explicarme que las
cosas en casa no iban del todo bien?
Niña: Pues sí.
Maestra: Mira yo que tú hablaría con ellos, yo también lo haré e incluso
podríamos vernos los cuatro para acabar de hablarlo todo. Recuerda, no estás
sola. Te
acompaño en todo, tus padres también aunque ahora te cueste verlo y por
supuesto tus amigos.
Niña: Sí, y también tengo una gatita que me siento muy a gusto con ella.
Maestra: Ves, otra compañía más. Venimos a este mundo para estar con las
personas, no para estar solos y debemos de pedir ayuda cuando la necesitamos.
Niña: Vale.
Maestra: Entonces, me da la sensación que lo que querías era explicarme
tu problema, y que detrás de la palabra "suicidio" se escondía un
enorme dolor. ¿Es así?
Niña: Sí... supongo…
Maestra: Bueno, hablaremos con tus padres y pondremos solución a tu
dolor.
Niña: Muchas gracias.
(Lloraba y me abrazaba cuando decía "muchas gracias")
Maestra: Has sido muy valiente diciéndome todo esto. No todo el mundo es
capaz de hacerlo. Te lo agradezco mucho. Ahora llamaré a tus padres, es
necesario que sepan todo lo que hemos hablado aquí.
Niña: Vale.
Maestra: ¿Cómo estás ahora?
Niña: Estoy más tranquila.
Maestra: Me alegro saber esto, y ya sabes, sigue confiando en mí.
(Acabamos abrazándonos durante unos largos segundos…)
Reflexión
del caso
Una vez más, podemos comprobar que es de importante estar presente con
los hijos, y no tan solo con uno sino con todos los que tengáis. Necesitan
atención, necesitan de nuestra escucha y apoyo, somos su compañía más
preciada. Les estamos acompañando en su desarrollo personal-emocional-social.
Este caso, es un caso
extremo, ella de alguna manera estaba pidiendo a gritos “escucharme, estoy
aquí, hazme caso”, una clara llamada de atención, y la manera que ha visto de
hacerlo es dirigiéndose a mí y diciendo esas palabras. A medida que se iba desplegando su
discurso nos hemos podido dar cuenta que lo que pasaba realmente era que no se
sentía atendida por su familia.
¿Qué
podemos hacer?
Tanto desde la escuela como desde casa debemos de tener la habilidad de
saber que estamos atendiendo a los niños tal y como necesitan para que se
sientan seguros, confiados y comprendidos.
Quizás, si yo no hubiera insistido
en ese espacio personal, en hablar con ellos día tras día de como están, de que
es importantísimo que expresen cómo se sienten... no sé si ella hubiera sido
capaz de expresar todo lo que estaba dentro de ella.
Me gustaría comentar que era una niña que iba al psicólogo y no sabemos
si esta niña algún día hubiera verbalizado esto... pero lo que sí que sabemos
es que fue un gran alivio para ella poder sacar fuera ese dolor tan grande que
tenía dentro.
Los niños, nuestras grandes personitas, si sienten miedo, sienten que no
pueden ser ellos, que no les tenemos en cuenta, les estamos reprimiendo.
Tenemos que hablarles desde el amor, sabiendo que el niño necesita lo mismo que
nosotros: amor incondicional.
Esto no
significa que les permitamos todo lo que quieran, que sean totalmente libres,
que puedan decidir todos ellos, etc. ¿Qué debemos hacer? Ayudarlos y
acompañarlos, pero para eso también necesitan que les pongamos ciertos límites, estos
deben de ser:
- Precisos,
claros y comprensibles para ellos.
- Se tienen
que formalizar de manera positiva.
- Deben
de tener sentido, ya que si el adulto lo impone lo único que
generará en el niño será rebeldía o frustración.
- Explicarles
la importancia de seguir unas normas para una buena convivencia.
Los límites y las normas son imprescindibles para los niños, para que ellos sepan qué se espera de ellos, cuáles son sus derechos y así sepan desarrollarse en el ámbito personal y social.
Si no ponemos
amor en todo esto y lo único que hacemos es mantener una actitud de pasividad o
de imposición-agresividad lo único que conseguiremos es que se alejen,
que no confíen, que sientan miedo, que no estén a gusto. Desde ahí NO les
estamos ayudando a que puedan estar con nosotros desde su esencia, les
estaríamos cortando su propio SER.
Acariciemos a
todos ellos, sean como sean, sientan lo que sientan, NOS NECESITAN.
Comentarios
Publicar un comentario